Epa!! Que título polémico! Lo admito: tal vez me disponga a escribir la mas controvertida de las columnas para este sitio web que amo. Pero ya estoy atrapado. Es demasiado tarde.
Todo surge a partir de que acabo de leer un hermoso libro titulado Perón Vuelve. Cuentos sobre Peronismo. Lo acaba de publicar la Editorial Tusquets, y reúne 14 relatos ( algunos ya publicados, otros inéditos) escritos por grandes plumas de la literatura argentina, seleccionados por Gabriela Franco y Sergio Olguín, cuya temática es el Movimiento Nacional Justicialista. Desde su prólogo, escrito por el colega Reynaldo Sietecase, se afirma que la irrupción del peronismo en la política puede considerarse un hecho bendito para la cultura nacional. Y si hablamos de cultura, además de la simbología, la marchita, los escritores adherentes al Movimiento y los otros, etc., es que me pregunto: ¿existe la comida peronista? ¿El catálogo de alimentos peronistas? ¿Podemos hablar de manjares peronistas? En fin.. allá vamos!
Un recuerdo que me va a acompañar toda la vida es esa bellísima secuencia de la película Gatica, el Mono, de Leonardo Favio, en la que el boxeador sale del Luna Park después de haber protagonizado una cruenta batalla pugilística, y así todo magullado se dirige hacia una calle en penumbras donde una olla gigantesca y humeante que contiene sopa está alimentando a un grupo de personas muy humildes sentadas en derredor a una mesa. Gatica se ubica junto a ellos, y pide que le sirvan un plato. Claro, Gatica es el boxeador favorito de Perón; Leonardo Favio fue un cineasta y cantor identificado con la doctrina justicialista, y todo el film respira ese clima político y ese contexto de nuestra historia. Más adelante hay otra secuencia, en la que Gatica ( ya retirado) se gana unos pesos apareciendo en un restaurante como forma de atraer clientes. En la misma, se lo ve sentado a una mesa tomando esa sopa que lo acompaña desde su infancia pobre, y comienza a sonar el tango Nostalgias.
Esto nos lleva a afirmar que la sopa es una comida peronista? De ningún modo. Pero sí podemos concluir que ha estado en las mesas de las clases trabajadoras desde siempre. Y en esa franja social el peronismo siempre tuvo mucha presencia.
Ahora bien, es tiempo de ser mas rigurosos y no tan evocativos con el tema de esta columna. En el año 2016 hubo un encuentro durante la Semana de la Cultura Peronista en el que se llegó a la conclusión de que el Pastel de papas es el plato justicialista por excelencia. Entre las posibles razones, hay quienes sostienen que ayudó mucho el hecho de que la propia Evita durante sus años de esplendor llevara adelante una gran campaña de promoción de la papa, ese tubérculo maravilloso que salvó a Europa del hambre durante las Guerras Mundiales.
Por aquellos años, El Ministerio de Asuntos Agrarios bonaerense publicó y distribuyó millones de ejemplares de un folleto bajo el título La Papa. El Historiador Victor Ego Ducrot sostiene que el recetario proponía “Papas a la balcarceña”, horneadas con manteca y caldo de carne vacuna; “Papas a la panadera”, también hechas al horno pero con cebollas salteadas; “Papas a la salteña”, cocidas en un sofrito de cebollas y tomates; “Guisado patagónico”, a base de carne de cordero y papas; y “Papas rellenas”, una reminiscencia de la cocina peruana, con papas hervidas, ahuecadas y embutidas con un picadillo de carne vacuna. Y por si acaso no hubiera quedado claro, basta con decir que la comida preferida del General Perón era…¡el pastel de papas! Al respecto, sepan ustedes perdonar el acto de egocentrismo pero adjunto a este texto la fotografía del último pastel de papas que hice en casa, y que pretendió competir con el que hizo mi amiga y compañera de Tuco Web Ceci Famá. Hay varias formas de hacerlo (hay una versión con lentejas, incluso) pero el mío lleva aceitunas, huevo picadito, queso mantecoso sin gratinar, y tiene vedadas las pasas de uvas. En esto último soy implacable.
Voy a dejar de lado, en pos de no ahondar aún mas la grieta o como quieran llamarla, aquella figura del asado hecho con piso de parqué de las viviendas populares. Pero no puedo dejar de lado el asado de tira de falda preparado sobre una carretilla o parrilla precaria, para alimentar a los obreros de una obra en construcción. Hay una canción hermosa de León Gieco, con la estrofa mas peronista que puedas imaginar : Decí si no pararías, por mas trajeado que corras, ay ay ay, a comer un asadito, con los peones de la obra…
Como esta columna arrancó con el disparador de un muy buen libro de relatos, quería volver sobre ese punto para recomendarles su lectura. No siempre en un mismo volumen uno puede encontrar juntos a Piglia, Perlongher, Ana María Shua, Angela Pradelli, Osvaldo Soriano, Abelardo Castillo, etc. Y si bien ninguno de estos relatos me proveyó material culinario para esta columna, rescato un fragmento del cuento COLIMBA, de Tomás Eloy Martínez, donde el autor junto a otros conscriptos esperan el derrocamiento de Perón muertos de frío y comiendo unas galletas. Toda una imagen.
Y por último, y ya para ir cerrando, la reivindicación a capa y espada del símbolo de las clases populares: en la cancha, en la obra, en la movilización popular… el rey absoluto es el choripán. Le pertenece solo al peronismo? Igual que con la sopa en el párrafo mas arriba, digo enérgicamente que no. Pero coincidirán conmigo que el hecho de denostar al choripán es la actitud mas gorila ( ejem) que se pueda tener.
Hasta la próxima.