Bueno, convengamos en que la arbitrariedad de la sentencia entre paréntesis es a efectos de engancharlos en la lectura de lo que me dispongo a reseñar. Algo inofensivo y que hacen todos, por otra parte. Pero ocurre que los elogios para con The Bear, la gran serie de Christopher Storer para la plataforma Star +, inundaron las redes en este 2022 que se extingue, y no quería quedarme al margen , sobre todo por tratarse de una extraordinaria mirada basada en el amor por la cocina. O por la realización de manjares con el cuidado y el esmero y la pasión que ponen algunas personas en restaurantes de todo el mundo.
Para quienes no la vieron, todo transcurre en un pequeño reducto gastronómico italiano de Chicago. Su dueño muere un buen día, y queda a cargo su hermano menor llamado Carmen Berzatto. Este último viene de trabajar en restaurantes de alta cocina puntuados con las mejores calificaciones, y de repente se encuentra al frente de esta casa en la que se venden principalmente sanguches italianos italian beefs, como se los conoce) y que tiene una numerosa clientela, a la par que una numerosa cantidad de deudas que se acumulan.
Para los amantes de las series, en alguna medida el lugar (antes de la irrupción de Carmen el chef prestigioso) me recuerda al Freddy’s BBQ Joint el restaurante que frecuenta Frank Underwood en House Of Cards, antes y durante su gestión como Presidente de los EEUU, y que lleva adelante Freddy Armstrong, un viejo amigo suyo, cuya especialidad son las costillas. En esta, Kevin Spacey hacía detener su auto blindado frente al local de su amigo, y comía a la vista de todos mientras hablaba con su viejo amigo y se nutría de las preocupaciones y desvelos de las clases trabajadoras. Ya ungido como el titular de la Casa Blanca, las ribs exquisitas le llegaban en envíos privados a su despacho para evitarle ir hasta el lugar.
Pero volvamos a The Bear, no nos distraigamos. Hay en el espíritu de esta hermosa serie un velado homenaje a muchos paradores o bodegones de comida al paso, a los cuales acuden principalmente las clases trabajadoras. De hecho, los realizadores se inspiraron en MR Beef, un sitio real que está situado en River North. Tal vez aquí radica uno de los puntos de inflexión de la serie: la búsqueda constante de crear un menú popular pero de excelencia. Carmen busca esa calidad superlativa, pero no pierde de vista quienes son sus aliados y quienes sus clientes.
Un detalle chiquito, pero que pinta de cuerpo entero el espíritu de los personajes: Carmen los acostumbra a que se llamen entre sí como Chef. Ningún nombre propio, Chef. Jerarquización y distinción.
Otra particularidad: Si bien muchas críticas y reseñas dijeron que la serie es sobre el trabajo moderno, la precarización, y la carrera contra el tiempo en pos de elaborar un plato (New York Times, por ejemplo) a lo largo de los ocho capítulos de duración se ve gente cocinando: cebollas sellándose en aceite, dientes de ajo, chefs probando comida de las ollas y haciéndosela probar a colegas, zanahorias ralladas en primer plano, hornallas trabajando a destajo, mandíbulas masticando, el protagonista confesando en un largo monólogo que tiene olor a condimentos en los dedos y estos cortajeados por cuchillos y calcinados al calor del fuego, gente que corta en modo Juliana.
Detalle: los actores fueron preparados en verdaderas escuelas de cocina antes de lanzarse a grabar. Esto se nota principalmente en el personaje de Marcus, un pastelero que trabaja con obsesión y delicadeza todo el tiempo.
En algún aspecto, el hecho de que casi toda la serie transcurra dentro del restaurante, fija una postura ante el trabajo que realizan miles y miles de personas en el mundo gastronómico: la profesión demanda y consume horas y tiempo. El afuera deja de ser algo a tener en cuenta (excepto cuando se forma la fila de clientes en la vereda pugnando por ese sándwich que llevarán camino al trabajo) y el vértigo y la adrenalina están adentro. Para generar ese vértigo y los minutos que se consumen con frenesí, gran parte de los capítulos se filmaron con cámara sobre los hombros. Spoiler : el capítulo 7 está filmado todo en un plano secuencia y tiene mas velocidad que una carrera de Fórmula 1.
Y para ir cerrando, un par de aspectos que me llamaron la atención.
El soundtrack: la música es excelente: Radiohead, Van Morrison, Pearl Jam, Sufjan Stevens, REM, Wilco, Genesis, David Byrne, etc.
El viejo dilema : es posible compatibilizar tradición con modernidad? La serie da varias respuestas.
Otro ( y final) : ¿Es posible que en un restaurante de apenas un puñado de mesas, trabajen tantos chefs (incluso un especialista sólo en panes y otro en platos Dulces ) … Elijo creer.
Hasta el año que viene.