Ante la bienvenida diversidad gastronómica, cargada de innovación y creatividad, la vuelta a los clásicos de todos los tiempos también es recibida con brazos abiertos. Hace muy pocos días salió a la cancha con la cinta de capitán y el pecho inflado El Bisagra, un bodegón tradicional hecho y derecho en calle 49 entre 4 y 5.
El local, de más de 100 años de historia, está ambientado y decorado con objetos antiguos -como mandan los libros- que incluyen una bicicleta inglesa colgante que perteneció al «Bisagra» original, abuelo de Lucas Lucero, uno de los propietarios.
«Además del apodo del abuelo, buscamos con nuestra propuesta que todas las personas que nos visiten tengan su momento bisagra del día, de la semana. Que salgan con un aire renovado y encaren la vida de otra manera», explica Lucero diálogo con TUCO.
¿Cuál es la búsqueda? Apertura de 8 a 20 de lunes a viernes en pleno pulso céntrico, con cafetería, almuerzo y merienda. En lo que respecta a los mediodías, se trata de una propuesta típica con menú diario y a la carta, donde sobresalen la contundente y recomendada lasaña a lo Betty -abuela en este caso-, milanesa napolitana, pastel de papas, sorrentinos, tartas, sánguches de la casa en panes de remolacha y albahaca, más destinas opciones vegetarianas.
Párrafo aparte para la pastelería, autoría de Paula Moriconi, otra de las propietarias, con antecedentes en el emprendimiento propio Dulce Noni y de paso por las cocinas de Pausa y POT. La oferta cuenta con una amplia gama de budines, brownies y alfajores, con una torta de la casa como insignia, elaborada en base a un bizcocho de vainilla relleno de chocotorta y recubierto con ganache de chocolate negro.
En lo que se refiere a postres, sobresale el flan casero preparado por Mauro Berón, otro de los integrantes del equipo, un cocinero que trabajó en Bocabella, Parador Antares y El Bodegón del Mono (Cícero, en Quilmes). Completa la cuadrilla de batalla Marita Monge, con más de 20 años de trayectoria en distintas cocinas de la ciudad.
El Bisagra está entre nosotros. Brazos abiertos, latidos bien fuerte y calidez en pleno bullicio citadino, lo cual no es poco en los tiempos que corren.