Recuerdos de Colombia

En apenas unos días llega a nuestra ciudad la escritora Margarita García Robayo, a presentar su última novela (La Encomienda) y a dialogar con quienes concurran a un evento en una hermosa librería de City Bell. Y el caso es que he sido elegido para moderar la charla, y esto me ha puesto contrarreloj a leer novelas de ella que no había leído, y a tratar de indagar en aspectos de su literatura que antes había pasado por alto.

En referencia a la novela mencionada, que es extraordinaria, poco puedo extraer para esta columna debido a que la protagonista (al igual que la autora) vive en Buenos Aires y espera irse pronto para Holanda, de modo que apenas unos párrafos evocativos nos llevan a los sabores del Caribe. Y si bien es verdad que se mencionan Encomiendas, y que las mismas llegan regularmente a Buenos Aires con comida en su interior, esta se pudre debido a los 5 mil kilómetros de distancia desde son enviadas.

Pero fue cuando leía El Sonido de Las Olas (tres novelas cortas reunidas en un único volumen por Alfaguara) que se abrió ante mí un mundo de platos, sabores y olores tan rico y hermosamente descripto, que acá estamos una vez más, dispuestos  a contárselos.

“A la mañana mi Papá hervía plátanos verdes en agua de sal, los machacaba con ajo y mantequilla y los servía en cinco totumos chicos“.  Les ahorro la tarea de buscar que cosa es un Totumo : se trata de un recipiente doméstico que se hace con un fruto en forma de calabaza extraído del árbol que se llama del mismo modo. Prosigo con el textual:

“Al mediodía se hacía un sancocho. Cuando ya estaba listo mi Papá separaba en seco 5 platos y cortaba todo en cuadritos muy pequeños – la yuca, el ñame, el plátano maduro, el plátano verde, la carne salada, el pollo, la ubre, el cerdo, la costilla. Todo eso lo mezclaba con arroz y lo rociaba con caldo. Le llamábamos mazamorra de sancocho y nos encantaba“. ¿Anotaron bien los ingredientes?

¿Vamos por un buen desayuno?  “A la mañana siguiente mi Mamá se levantó como si nada. Preparó un desayuno colombiano : huevos pericos, arepa, chocolate y jugo “ Busco asistencia wikipediana, y cito textualmente:  En la cocina colombiana y venezolana, los huevos pericos son un plato que se prepara con huevos revueltos, mantequilla, cebolla picada salteada, pimiento morrón y tomates. Las cebolletas son una sustitución o adición frecuente a las cebollas, especialmente en Colombia.

Apreciación personal: cada vez que leemos a autores de otros países que escriben cómo habla su gente, el lenguaje se ensancha. Ejemplifico: Margarita García Robayo no escribe sándwich. Ni Sanguche (como su presente argentino podría haberse filtrado). Escribe Sánduche, como aprendió a decirle en su Cartagena natal. Bueno, también escribe Culicagado. Y no puedo menos que sonreírme y lamentar que ese vocablo hermoso no se haya instalado por estas tierras.

Vuelvo a la autora. Este párrafo es genial, porque es de otro tiempo. “Quiere llevarse un pedazo de Enyucado, Nilse? – Muchas gracias, pero estoy a dieta. – Pero cómo va a ser ¿ Las mujeres tienen que tener de donde agarrarlas: yo se lo vivo diciendo a mis hijas“.

Y qué cosa es un Enyucado, que puede hacer peligrar una esbelta figura?  Pues ni más ni menos que un postre tradicional del Caribe colombiano y de Panamá. Es una torta hecha de yuca, coco, azúcar, mantequilla, anís, una pizca de sal y queso costeño en el caso del caribe colombiano, o queso blanco nacional en el caso de Panamá. Gracias por los servicios prestados, Mr Google.

Un personaje muy simpático de la novelita Lo Que No Aprendí, aparece nombrado como la Hippie. Y este párrafo dedicado a sus preferencias culinarias la describe perfecta: “ La hippie no debía tener comida preferida. Ella vaciaba los tuppers en un plato hondo y mezclaba la comida ( tortilla de papa, berenjenas apanadas, hígado encebollado, salpicón de bagre) y se tomaba el café con leche directo de la cantimplora. Después se levantaba con la barriga inflada, se limpiaba las manos en la falda del vestido y se iba a vender sus collares sin siquiera lavarse los dientes…”

Y he dejado para el final un párrafo precioso de la novela breve Hasta Que Pase Un Huracán. Y dice así: “ Cuando vivía en Valparaíso, mi padre tenía varios puestos en el Mercado y me ponía a pelar langostinos hasta que los dedos se me hinchaban. El me enseñó que el langostino se pela así : lo agarras fuerte de la cola, le jalas la cebez con cuidado para que no se venga con toda la carne y después le quitas las patas. El caparazón sale solo. Y la cola se la dejas. Para qué se la dejas? Yo a veces intervenía, porque si no se quedaba hablando solo y me  daba lástima. Para que le mantenga la forma la animal, así es mas elegante. No le veo nada de elegante. En la cola está todo el sabor, por eso hay que sorberla. Sorberla? Que asco. En la cola está el elixir del animal, el alma del animal, la esencia del animal. Ya. Todo ahí : en la cola. Ya.”

Y  es hora de ir concluyendo. Nos hemos detenido apenas en aspectos culinarios, pero la literatura de Margarita García Robayo es exquisita. Mariana Enríquez dijo de ella que tal vez sea la autora que mejor escribe sobre la intimidad. Y es un buen gancho para acercarse a sus textos. De mi parte, en menos de una semana la voy a conocer y nos han prometido que alguien de su tierra cocinará arepas, para degustar en el final del encuentro. En ocasión de otra columna, tal vez, les cuente como estaban.

Hasta la próxima!

Alejandro Bidart

Periodista y citybellense por adopción.

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