Sabores japoneses

He concluido la lectura de una novela recientemente publicada en nuestro país de una autora nacida en Osaka, y a la que apadrina ( y recomienda fervientemente) el gran Haruki  Murakami. La novela en cuestión se llama Pechos y Huevos (sí, es un nombre horrible y poco literario. En el idioma original es Natsumonogatari, y desconozco si significa lo mismo. Confiemos en la traducción) y básicamente es la búsqueda de una muchacha que vive en Tokio ( con aspiraciones literarias) por concretar su deseo de ser madre, pero descartando de plano cualquier idea de familia tradicional, figura paterna, y soportando los embates de una sociedad en la que la supervivencia y los mandatos condicionan cualquier aspiración personal. Pero también es un relato acerca de cómo las mujeres deben luchar contra los abusos, de la relación con sus cuerpos ( cirugías estéticas, inseminaciones, el paso del tiempo) en medio de sociedades hostiles y desiguales.

Y en el medio de esa búsqueda, que se inicia en el verano de 2008 y llega hasta nuestros días, la protagonista ( y un grupo de personajes, principalmente femeninos) viven, se encuentran, se emocionan, se emborrachan, visitan lugares, y (gracias al Cielo, de otro modo no tendríamos esta columna) ¡comen y beben!  Entonces, una vez más, ahí vamos…

Una de las primeras cosas que me sorprendió en esta pintura oriental desplegada en casi 500 páginas es la existencia de unos sitios llamados Snacks. La hermana del personaje principal trabaja en uno de ellos, y según una cita al pie de página que nos deja la traductora son locales con mujeres en la barra  atendiendo a los clientes. La encargada suele ser una mujer a la que se llama mama. Suele estar abierto hasta pasada la medianoche. Los clientes consumen bebidas alcohólicas acompañadas de aperitivos y se entretienen principalmente charlando con la mama y las chicas del local o con otros clientes, o cantando karaoke. Cuando leí esto, admito que pensé en un sitio en el cual se concertaban favores sexuales, pero no. A lo largo de la novela queda claro que son lugares de esparcimiento y que trabajar en ellos no presupone nada de esa naturaleza.

Los primeros capítulos transcurren bajo un pesado calor, días sofocantes en los que un Mugicha ( té de cebada tostada) siempre enfriándose en la heladera, puede ser una buena opción para convidar a los huéspedes o visitantes.  Pero Mieko Kawakami, la autora, ( caramba, caigo en la cuenta de que aún no la había mencionado) es un hecho que ama las salidas a restaurantes y en uno de ellos nos describe el menú: estofado de ternera, Okonomiyaki y Sushi. Varios platos de calamar, fideos cocidos con caldo de pollo y gyoza a la plancha. Ravioles chinos al vapor y fideos con tofu. Y una encantadora descripción del sitio que citaré textual: “Sobre las cabezas de los hombres que sorbían ramen… al otro lado del mostrador se veía la cocina. Vestido con un uniforme blanco de cocinero lleno de lamparones, el dueño de siempre se movía por su interior como siempre. Del Wok puesto a calentar salía una vaharada blanca y se oía el chasquido de los ingredientes que estallaban cuando el hombre los arrojaba dentro. De la plancha de las gyozas se alzaba el estridente crepitar que producía una gran cantidad de agua al evaporarse a la vez…”  “Yo tomé la gyoza, ya algo endurecida, con los palitos y me la llevé a la boca.. llegaron a la mesa los ravioles chinos. Al mirar la blancura algo insulsa de la pasta, su sorda calidez y su impreciso perfil abultado, noté un escozor alrededor de los ojos.. Me bebí la cerveza de un trago. Y pedí una segunda. La mesa se fue llenando de fideos con tofu, platos de calamar, fideos cocidos con caldo de pollo, y el sonido que producíamos al comer, al beber agua y al entrechocar los platos se fue mezclando con el rumor difuso de la televisión… ”

Un hábito que personalmente aprecio de la cultura oriental, es el uso del Oshibori. Se trata de esa toallita humedecida con agua ( caliente o con agua muy fría para enjuagarse la cara y las manos, que se ofrece a los clientes antes de servir comida o bebida. Posiblemente, algunos de ustedes las hayan utilizado en algún viaje en avión, ya que algunas líneas aéreas lo tienen por hábito antes de servir comida. En la novela que nos ocupa, tras el Oshibori, bien puede venir un arroz con tempura o curry. O también algunas sopas y ponzu ( ese tipo de salsa que las acompaña). En algunos fragmentos de la novela que transcurren en invierno se menciona algo llamado Nabemono, que remite precisamente a sopas y estofados.

En contraposición a estos platos invernales, en otros pasajes ( ya situados en el verano) se habla de dashi maki tamago ( una especie de omelette enrollado ) y de ensalada de harusame ( fideos transparentes elaborados con fécula de arvejas). Al respecto, una vez más la traducción de la novela utiliza una cita muy esclarecedora, que vuelvo a citar textual: “ Hay muchas diferencias entre la cocina de Kantó ( Tokio) y la de Kansai ( Osaka,Kioto). Una de ellas es la elaboración del tamago yaki ( o Dashi Maki Tamago) . En Kantó ponen azúcar en el omelette y , en cambio, en Kansai, la base es el caldo ( dashi) lo que hace que no tenga un sabor tan dulce.

Una vez más la autora de la novela a esta altura ya podemos decir que sabe mucho de arte culinario. Deberíamos suscribirla a Tuco Web, por cierto) ya que nos entrega una receta y sus pequeños secretos: Para hacer un buen Dashi Maki se necesitan 4 huevos, media cucharada grande de shiro dashi, una pizca de sal, 3 gotas de salsa de soja, y si tienen a mano, un poco de cebolla de verdeo.  Se animan?

Y es hora de ir cerrando esta columna. Quiero agregar, en un plano que excede lo estrictamente gastronómico, que Mieko Kawakami es muy joven y que el New York Times eligió esta novela como uno de los grandes títulos del año pasado. Algo similar hizo el Times. Y para los que eligen leer acompañándose con música de fondo, voy con dos recomendaciones que aparecen en distintos fragmentos del libro: Nevermind, de Nirvana ( especialmente Come As You Are ) y The Beach Boys . De los liderados por Brian Wilson, hay un párrafo exquisito dedicado a la letra de Wouldnt It be Nice.

Sin más temas que tratar, se cierra la sesión. Que conste en actas. Hasta la próxima!!

 

 

Alejandro Bidart

Periodista y citybellense por adopción.

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