¿Qué se comía en las novelas de Ágatha Christie?

Los 100 años transcurridos desde que la llamada Dama del Misterio publicó su primera novela ( El Misterioso caso de Styles) me dieron la idea. En medio del fascinante mundo creado por la novelista inglesa, pródigo en intrigas y maldades y conductas asesinas ¿había tiempo para los placeres del buen comer?. Debo decirles que casi me arrepiento ni bien me acometió  el impulso. Había que indagar en 66 novelas y varios cuentos cortos, mucho de ello lectura iniciática en la adolescencia, obtenido en bibliotecas, en canje o préstamo de libros.

Pero la idea seguía siendo interesante y, hasta donde pude indagar, no muy abordada. Entonces, fui decidido a los anaqueles de la biblioteca de casa. Siete ejemplares de la mítica Editorial Molino me esperaban, con el tradicional formato de bolsillo y sus enigmáticas portadas. Ya era tarde para volver a arrepentirse…

La Puerta del Destino fue la primera re-lectura. Tommy Beresford, antiguo miembro del Servicio de Seguridad Inglés ya retirado, consulta a su empleado Albert apenas iniciada la historia qué hay para cenar y recibe como respuesta: Filetes de lenguado, Señor. No tardarán en estar listos.» Algunas páginas mas adelante la secuencia se repite, y esta vez la inquisitoria se refiere al postre. «Budín», es la respuesta.

Otro de los personajes, Tuppence, le dice a Alfred que ya ha tomado el té, acompañado de un buen pastel, pero que sin embargo los bollos dejaban bastante que desear. A lo que Albert opina que » cuesta trabajo sacarlos bien. Son casi tan difíciles como los pastelillos y tartas..» (que hacía una tal Amy.).

Y hablando de pastelillos, en otra parte de la novela se menciona una pastelería llamada Betterby, donde los hacen con una harina especial cuyo secreto se mantiene inviolable. Y se menciona un tipo de ciruelas de la variedad claudias (o Reina Claudia), típicas de esa parte europea y muy carnosas y almibaradas.

Incluso hay tiempo para una humorada muy inglesa cuando alguien cuenta que su primo murió asfixiado culpa de un trozo de carne de cordero. Y promediando la historia, nos encontramos con referencias a un desayuno propio de los tiempos Victorianos: taza de café y jugo natural de uva. Huevos fritos o pasados por agua con tocino, perdiz fría y bocados de riñón!. Y para otros momentos del día: dos sopas ( una clara y otra espesa); dos clases de pescados y entremeses; ensaladas y un plato de carne; sorbete de helado, una ensalada a base de langosta, y ron de laurel.

Los Elefantes Pueden Recordar fue la siguiente relectura. Apenas iniciada, Agatha Christie sitúa las acciones en un ágape literario: platos rebosantes de merengues por todos lados. Y una nueva humorada británica: se mencionan los riesgos de usar dentadura postiza, ya que hay platos difíciles como la lechuga, las almendras saladas, los pasteles de chocolate con rellenos duros, los caramelos y el merengue…todos deliciosamente » adherentes»…

Más adelante, el célebre Detective belga Hécules Poirot habla de una cita a las 9 de la mañana en la que tomarán café, o una » Granadine», o un Sirop de Cassis. Y por la noche, momento en que recibirá a la Señora Oliver, habla de beber Kirsch ( creo que se refiere a ese tipo de licor incoloro hecho con cerezas) o Creme de Menthe. Y sobre el final, mención a un plato a base de trucha pasada por las brasas.

El Hombre del Traje de Color Castaño es ahora el objeto de nuestro análisis. Acá la genial novelista no tuvo ganas de detenerse en cuestiones gastronómicas. Apenas  un viaje en barco donde una tripulante pasa sus horas apenas ingiriendo tazas de extracto de carne, se habla de guisar latas de conserva y la mención a un champán Clicquot 1911 y un cestillo de melocotones a 6 peniques. Sin embargo, me resultaron curiosos unos refrescos helados de café y plátanos, que se asegura son los favoritos de las muchachas (bueno, tal vez esto no sea tan así en la actualidad).

Es el turno ahora de Pleamares de La Vida. Pese a que muchas de las acciones transcurren en una Hostería llamada El Ciervo, tampoco hay tantas referencias que nos interesen para esta columna. De hecho, una anciana se queja ante Poirot de que viene «todos los años a este » fonducho» y las cosas van de mal en peor…» La comida es detestable. Picadillo a todo pasto. ¡Un bistec es un bistec, Señor!. De pierna o solomillo, pero nunca de carne de caballo desmenuzada». De todos modos esta novela, con título tomado de un soneto de Shakespeare, está entre mis favoritas.

Tiempo de ocuparnos de una de sus historias más leídas (y llevada a la pantalla grande) : Diez Negritos.  Acá volvemos a los desayunos plenos de lonjas de jamón, café y porciones de asado, huevos, mermeladas y pastelillos. Claro, estamos en presencia de unas vacaciones en una Isla, en la Región de Devon, y nuestros huéspedes tienen apetito muy seguido. Y trágicos desenlaces, claro.

Un Triste Ciprés es el penúltimo objeto de estudio. Otra novela protagonizada por Poirot, y una única mención culinaria, pero trascendental para el curso de la historia: Unos emparedados donde alguien pone veneno. ¿Cómo puede ser que están destinados a una única persona, y el resto no muere envenenado?. Mérito de una extraordinaria novelista de policiales, claro.

Y he guardado para el final Un Pudding de Navidad, curiosidad en la producción de la autora ya que se trata de 6 relatos breves (según la edición, algunos tienen otra que contiene apenas 3 relatos), donde 2 de ellos tienen un manjar en el título. Veamos..
La tarta de Zarzamoras: El cliente de un restaurante, durante diez años, acude a cenar todos los martes y jueves y siempre pide lo mismo. Hasta que un día aparece un lunes y pide de postre Tarta de zarzamoras. Claro que muere, y claro que Poirot lo resuelve.

Como hago habitualmente desde que escribo estas columnas y me encuentro con platos desconocidos, acudí a la Biblioteca virtual de estos tiempos buscando recetas de esta tarta y encontré que (cito textual) » Las zarzamoras son unos arbustos en forma de matorral, las llamamos zarzas, y sus frutos son las moras que pueden ser entre rojizos y morados oscuros, pueden ser muy dulces o muy ácidas y la mezcla de sabor es muy intensa. Las moras tienen propiedades antioxidantes, alivia dolores musculares, elimina el colesterol y regula la tensión..»  ¿Qué tal?

Y el que da el título al libro, El Pudding de Navidad, cuya referencia es el célebre budín que comen los ingleses en dicha fecha, y que lleva mucho tiempo de cocción hasta que se le agrega el coñac u Oporto, historia en la que Un príncipe oriental inicia en Londres un romance con una joven a la que  le regala un rubí . Claro que desaparece el rubí; claro que desaparece la joven…

Y así llegamos al final de este (muy) incompleto repaso por los aspectos culinarios en las obras de Agatha Christie. Tal vez dentro de los próximos cien años, alguien pueda completarlo.

¡Hasta la próxima columna!

Alejandro Bidart

Periodista y citybellense por adopción.

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