La reedición del libro de Nahuel Gallota (Crónicas de Asaltantes Colombianos por el Mundo), a partir de la serie que se emite por Telefé y Flow -y que lo tomó como inspiración-, me llevó a pensar en una idea que quiero materializar en esta columna: Colombia es un hermoso país, pero todos parecen empeñados en mostrarnos su lado oscuro.
No quiero decir con esto que tanto esta crónica periodística centrada en la red de ladrones conocida como Los Internacionales, o las tan populares series sobre narcotraficantes se lo hayan propuesto. Pero pareciera que la hospitalidad, la cultura, y las bellezas naturales del país cafetero han quedado sepultadas bajo montañas de cocaína y sangre. Es por ello que, tomando algunos aspectos de este voluminoso libro de 400 páginas que Planeta acaba de reeditar, trataré (humilde y parcialmente) de ir por otros lares.
Como las historias de los hombres que se cuentan, aquí provienen de barriadas humildes y cercanas a la pobreza. Es muy raro encontrar elementos de la gastronomía más sofisticada de los colombianos en el libro del periodista del diario Clarín y escritor. Pero dentro de ese contexto de «la comida justa y repetida casi todos los días» (como dice textualmente uno de sus protagonistas), uno no puede abstraerse de ese mundo de ferias en las que abundan la yuca, las habichuelas, la papaya, los plátanos y otros frutos sabrosos y coloridos.
Me detengo en la mencionada Papaya. ¿Habrá algún fruto al que se lo pueda llamar de tantas formas como a este? Enumero: papaya, papayón, olocotón, papayo, lechosa o lechoza. (¡Domingo!, dirían en el famoso juego televisivo).
Con referencia a la Yuca, así le llaman en Colombia a lo que por aquí conocemos como Mandioca. Debo admitir que nunca fui muy afecto a su sabor, pero le dio nombre al uno de los Sellos Discográficos donde se grabaron varios de los discos de rock argentino con los que crecí (Manal, Vox Dei, Tanguito).
Pero volvamos al libro…
En uno de sus pasajes, una abuela le ofrece a su nieto una sopa de sancocho. Y acá es cuando, una vez más, recurrimos a la Internet que todo lo provee para enterarnos que toda Colombia parece caber en un plato de sopa. Algo así como que la sopa es una marca identitaria del país, incluso con variedades muy marcadas según la región.
Con referencia a la mencionada, un portal de comidas nos cuenta que «El sancocho es una sopa muy popular y va cambiando de región a región dependiendo de los ingredientes que se tengan a mano para añadir a la preparación. Existen muchas y variadas recetas, debido a la diversidad de nuestro país. Hay sancocho de pescado, de cola de res, de gallina, y está el llamado “sancocho trifásico” que se prepara en la Región Andina. Lleva tres tipos de carnes, pollo, cerdo y costilla de res. El caldo que resulta de la cocción de la costilla y el cerdo es delicioso, con mucha sustancia y es la base para el sancocho. Luego se agrega pollo, papa, yuca, plátano, mazorca, condimentos, cebolla y cilantro picado y se cocina a fuego medio hasta que está en su punto. Se acompaña de arroz blanco, tajadas de aguacate, un buen Hogao y cilantro picado…» Dan ganas de probarla, ¿verdad?.
Y hay otro aspecto en el que me quiero detener, tomando el libro de Gallota como referencia, y está ligado al mundo de la cerveza y a la santería y mitología popular religiosa. ¿Cómo? ¿De qué estás hablando, Bidart? Pues bien, así como en la Argentina uno de los santos paganos más venerados es El Gauchito Gil, en Colombia, su equivalente, es Leo Kopp. En alguna parte del libro se lo menciona, ya que los malvivientes se encomiendan a esta figura antes de realizar un atraco.
La historia nos dice que Kopp fue el fundador de la fábrica de cerveza Bavaria, en la actualidad la mayor cervecería de Colombia y la décima más grande del mundo. Y ¿por qué este hombre tiene virtudes de santo popular, beato milagroso, siervo de Dios y santo cervecero?. E incluso ¿por qué algunos de sus devotos han pensado en iniciar su proceso de beatificación ante el Vaticano.? Bueno, porque se cuenta que fue un hombre muy bondadoso para con sus empleados, a quienes les construyó un barrio para que vivan dotado de las mejores comodidades y los aconsejaba siempre para que den buenos pasos en la vida.
Como sea, en la actualidad «su tumba está custodiada por una estatua de bronce, y miles de personas hacen fila para hablarle al oído, cierran sus ojos con devoción, le acarician la cabeza contándole, al oído, sus angustias y le piden favores, muchas veces desesperados.» (textual de la web)
Con referencia a eso de » Hablarle al oído…» hay un detalle que no muchos saben: Kopp aparece en la mayoría de las imágenes llevándose una de sus manos al oído, como tratando de escuchar mejor. Y es estrictamente real: en sus últimos años, el empresario cervecero había perdido la audición, y cada vez que alguien le iba con un pedido debía acercarse mucho para ser escuchado. (Les dejo una foto al respecto, para que puedan corroborarlo).
Y ya es hora de ir cerrando esta columna. Claro que no voy a hablarles del café colombiano; ya se ha escrito mucho acerca de esta exquisitez reconocida en todo el mundo. En este libro no se toma café, y desconozco los motivos. Pero el mundo de los baristas está siempre presente en Tuco Web y pueden consultar las notas que otrora hemos hecho al respecto. En lo que a mí concierne, ya es tiempo de decirles…
Hasta la próxima!!