Puchero Chino

El inminente estreno en nuestro país de la película El Prófugo, basada en la novela “El mal menor” del escritor rosarino C.E. Feiling (1961-1997), me llevó a revisar mi biblioteca en su búsqueda con el fin de releerla. Debo decirles que fue publicada en 1996 tras haber ganado un importante premio de literatura, y que de ella dijo el reconocido escritor Rodrigo Fresán: «Es considerada con justicia como la primera novela argentina de horror puro..» Y no puedo menos que coincidir con tal afirmación.

Sintéticamente, la historia nos habla de Inés (una doblajista y cantante lírica) que después de atravesar un hecho traumático empieza confundir lo real con lo onírico y a sentir que los seres de sus sueños se meten en su vida y no puede alejarlos. La versión cinematográfica, dirigida por Natalia Meta, tiene a Érica Rivas en el papel de Inés, Cecilia Roth como su madre, Daniel Hendler como su pareja, y Nahuel Pérez Biscayart. Hasta el momento en que escribo esta columna ( marzo de 2020) sólo se exhibió en el Festival de Cine de Berlín, y aún no tiene fecha de estreno en Argentina.

Cuando la leí por primera vez, en una edición que reúne tres novelas de Feiling y un bonus track bajo el título Los Cuatro Elementos, debo admitir que quedé desconcertado y que tuve que volver una y otra vez a sus capítulos. Varios años despues, y tras esta relectura de la que les hablo, la sensación fue muy distinta. El texto es aterrador, sí. Y está escrito en forma extraordinaria.

Pero lo que nos ocupa en estas columnas debe hablar necesariamente de los placeres del buen comer y beber, no es verdad? Y he aquí que varias de las escenas de la novela se desarrollan en un ficticio restaurante de la zona de San Telmo llamado Picante, en una zona de after hours donde se trabaja todos los días (excepto los martes) y en el cual Buenos Aires comienza a exportar recetas y menúes de las principales capitales del mundo. Estamos en los 90s, claro. Epocas de dólar barato y placeres tóxicos.

Y en uno de los momentos culinarios de la novela, mientras su dueño experimenta con nuevos platos, una cuchara humeante se sumerje en una olla y la protagonista inquiere : Está caliente. ¿Cómo me dijiste que querías ponerle de nombre? -Puchero Chino ( la respuesta). Y tras probarse el segundo bocado, cuidando muy bien de incluír algo de arroz blanco, aparece la receta:⁣

«Picás cebolla y la saltás en aceite de oliva, con uno o dos putaparió. Después salteás la carne, el lomito de cerdo cortado en dados y las pechugas de pollo en triangulitos. Cuando está hecha por fuera, agregás los morrones en tiras (verdes, rojos y amarillos), mucha salsa de soja, casi una botella entera. Tabasco y pimienta negra. Tapás. Dejás que hierva un rato y le echás los shiitake con el agua en que los remojaste, los champignones y los brotes de bambú. Cuando eso está mas o menos listo, agregás los brotes de soja. La idea es servir en cuanto adquiere consistencia de guiso y acompañar con arroz blanco».⁣

De inmediato, la acción se traslada a otra parte. Pero Feiling retoma el diálogo mas adelante en el restaurante, y se vuelve a hablar del Puchero Chino con algunas especificidades: La soja que usaron es de la variante Kikkoman, y alguien sugiere diluirla para que no quede tan salado. E incluso agregarle más tabasco y algún otro putaparió.⁣

Para finalizar, agrego que tanto en mi primera lectura de los 90s como en esta del siglo XXI, aún no me animé a probar cocinar el Puchero Chino de Feiling. La excusa perfecta? En La Plata es muy difícil conseguir esa marca de soja…⁣

Hasta la próxima!

Alejandro Bidart

Periodista y citybellense por adopción.

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