Llévame a Casa (en memoria de mi Padre)

Apenas iniciado, y en sus primeros días, este año aciago se llevó a mi Viejo. La circunstancia, algo por lo que pasan y deberán pasar en algún momento nuestros queridos lectores, me puso frente a frente con dos novelas cuya temática, increíblemente, estaba referida a este hecho tan doloroso. Y lo curioso es que ambas, como si el destino hubiese jugado sus fichas, fueron las primeras lecturas que me enviaron las Editoriales dentro del catálogo de novedades que traía este 2021.

Una de ellas, la novela española Dicen Los Síntomas, fue motivo de una de mis anteriores columnas (aquella en la que tomando como base la historia de la mujer que acompañaba la convalescencia de su padre, dediqué a la comida de los Hospitales) Y esta, la muy buena Llévame a Casa, del nacido en Badajoz Jesús Carrasco (otra coincidencia, también una novela española) es la que ocupará la presente columna. ¿Me acompañan?.

La historia que se cuenta es la de un muchacho llamado Juan, que ha dejado hace cuatro años su casa paterna de Cruces (en cercanías de Toledo) para irse a vivir a Edimburgo. Ni bien iniciada la novela a Juan le avisan del fallecimiento de su progenitor, y es en ese regreso al lugar al que jamás volvió en ese tiempo que se dispara la maquinaria nostálgica/evocativa. Para el personaje ficcional, y también para mí.

Tras un vuelo agotador desde la capital escocesa, Juan ingresa a su viejo hogar y lo primero que ve son «las chacinas de matanza colgando de una viga, chorizos que gotean su pimentón sobre una bandeja de lata» Y una primera reflexión hecha desde su vosz interior: En esta casa solo entran Mariscos en Navidad..» (acá es en donde tuve el primer flashback recordando mi infancia, y la misma circunstancia pero ligada a las Pascuas). Y tras esa primera fotografía, Juan se proyecta hacia el futuro inmediato y se imagina escondiéndole a su madre viuda el tradicional Anís del Mono, esa bebida líder en su rubro creada por dos hermanos Catalanes (sí, adivinaron, recurrí a Google).

Tras una siesta reparadora, nuestro protagonista se dispone a prepararse para las exequias de su difunto padre y una vez más aparecen los recuerdos: «A Torrijos hay que ir a coger el tren que discurre cadencioso hacia Extremadura o hacia Madrid. Hay un mercadillo los sábados por la mañana. Allí están la fruta más barata, las cacerolas. Los bares para jóvenes, las cervezas por litros..». » La cerveza se servía en vaso de tubo o en copa. Siempre con unas aceitunas o unas rodajas de chorizo sobre una rebanada reseca de pan de pistola..»

Y siempre en plan evocativo, y mientras la gente comienza a acercarse al funeral, Juan se traslada imaginariamente a los veranos en la huerta de Cruces «con bocadillos de salchichón que su madre preparaba; y de las monedas que su padre le daba por ayudarlo a recoger la uva..»  Y hablando de su madre, aparece el «arroz con perdiz, un plato de la tierra que Ella llevaba cocinando toda la vida y en el que era fácil encontrarse, entre los vagos de arroz, pequeñas bolitas de plomo..».

Una vez regresados del entierro, los deudos se reúnen en la casa y el autor de la novela nos habla de las bondades de comer todos juntos ( mayores y pequeños) como forma de propiciar el diálogo.. «Darles a los peques un día galletas con Cola Cao ( según mi aliado Google Cola Cao es una marca y producto fabricado en Barcelona por Idilia Foods, consistente en una mezcla de azúcar, cacao en polvo soluble, harina de trigo y cola-malteada. Fue lanzado al mercado en España en 1950. El producto sirve para cambiar el sabor de la leche para que sepa a cacao) para que disfruten de su infancia, y al otro una buena tostada de pan de espelta con su aceitito virgen extra de la Laguna de Fuente de Piedra, el mejor de España, para que sus corazones crezcan sanos. Y también nueces de temporada y frutos rojos y tomate fresco con sus carotenos y semillas de amapola y cereales integrales… «Porque, cuántas familias pueden permitirse desayunar con los peques, acompañarlos al Colegio, recogerlos, comerse unas lentejas caseras con ellos, merendar un zumo recién exprimido, cenar menestra de verduras con su alegre tropezón de beicon orgánico?..».

Promediando la historia, Jesús Carrasco lleva a su personaje una vez mas a la infancia, a unas vacaciones en Alicante. Y aparece «el sabor de la leche de botella, que Juan tomó allí por primera vez. Un sabor a uperización que asoció a la limpieza del líquido, algo que contrastaba con la turbidez grasienta de la leche que tomaban en casa. La vaquería no estaba lejos. La pestilencia de aquel lugar en el que los animales, sus excrementos y el vaquero convivían en perfecta armonía es algo en lo que Juan no había reparado hasta que tomó aquella leche envasada en el campo. No había que cocerla. No había nata, ni irisaciones ni grumos. No había vinculación entre aquel alimento y la mierda que el animal que lo producía derramaba por el suelo, cerca de las ubres..»   No les resultan poderosísimas estas imágenes? A mí sí. Y es por ello que esta columna comienza a llegar a su fin.

Pero como ya hemos hecho en otra oportunidad, el epílogo tiene que contener algún postre. Y sobre los últimos instantes de la historia, Juan se dirige hacia la heladera (nevera en el original) en busca de su amado Flan de Huevo. «Y ahí estaba cuando se marchó, en la nevera de su madre, entre la merluza, el pollo, las verduras, la leche, el fiambre, el melón y los tuppers con guisos. Un flan de huevo envasado en un recipiente de aluminio de color bronce, como recordando el tono del azúcar quemado del interior. Un sabor que no es exactamente como el del flan casero sino mejor..».

A este punto, podría hacerles una analogía de lo que he recogido de este libro con mis propios recuerdos en materia de olores y sabores que me llevan a mi propio Padre. Pero voy a evitar los sentimentalismos  y despedirme bebiendo un trago del Cinzano con Fernet y soda (en partes iguales, mas hielo) con que Papá acompañaba el vermouth de los asados domingueros de mi adolescencia.

Salud y Hasta la próxima!!

Alejandro Bidart

Periodista y citybellense por adopción.

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