El fin de semana pasado, y en ocasión de celebrarse los 149 años de la fundación de Brandsen, las productoras de quesos orgánicos El Abascay, lanzaron el producto que lleva el nombre de esa localidad, de donde son oriundas.
“Si bien es un queso que ya hace tiempo forma parte de nuestra familia, pudimos llevarlo a más de un año de afinación. Esto es un trabajo paciente y dedicado de todo nuestro equipo. Y es un orgullo enorme poder llevar el nombre de Brandsen a la mesa”, dicen Rosario López Seco y Consuelo Maffia. Madre e hija -junto a un gran equipo- llevan adelante el proyecto de El Abascay en el viejo tambo fundado por don Mario López Seco allá por 1950.
“Después de un largo tiempo de búsqueda, logramos perfeccionar la receta y afinado de nuestro conocido queso Sbrinz para transformarlo en el Brandsen. Es un queso duro, con más de un año de afinamiento en cámara. Se caracteriza por su aroma tostado y textura algo untuosa. Posee una corteza dura y gruesa, de color ligeramente dorado. A pesar de ser un queso duro, no es un queso seco. Por el contrario, al estar elaborado con leche entera, su pasta resulta más húmeda. En su sabor se pueden apreciar notas a frutos secos bien tostados”, cuentan sobre este producto que fue presentando el sábado en la Estancia Santa María, con un almuerzo de campo, a cargo de la chef Coti Quesada y los cocineros de Chaucha y Palito; con los postres de la pastelera Coni Borras. Una verdadera fiesta para Brandsen y la industria láctea de la Región.
MUJERES QUESERAS
El abuelo Mario fue quien empezó con la producción de leche a mediados del siglo XX. Además del tambo, llegó a tener su propia fábrica de leche en polvo, crema y dulce de leche, pero el emprendimiento no prosperò.
«En 1969 cerró la fábrica, remató las maquinarias y así empezó de nuevo, construyendo varios tambos pequeños y vendiéndole la leche a dos grandes industrias hasta principios de los años 90, cuando falleció. Después del fallecimiento del abuelo, mi mamá y sus hermanos continuaron con los tambos y decidieron volver a probar suerte con una fábrica de leche y quesos, pero les fue muy mal. Era imposible competir con la industria», cuenta Consuelo, quien desde sus conocimientos en la gastronomía actual, supo buscar un nuevo rumbo al proyecto.
«En el año 2000, a punto de volver a fundirse, mi mamá y sus hermanos se distribuyeron las tierras familiares y ahí nació El Abascay. Desde entonces, ella nunca dejó de trabajar en el campo y hace ya casi 15 años que también vive allí. Me doy cuenta de que muchas de las cosas que hoy hacemos en El Abascay buscan recrear los sabores de esos años. Más allá de ser un espacio productivo, no quiero dejar de mencionar que el campo también fue siempre un punto de encuentro para la familia», agrega.
«Después de más de un año trabajando en el campo, logramos empezar a elaborar quesos una vez por semana en un espacio muy precario. Obviamente, muchas de esas elaboraciones no salían bien, pero a medida que empezamos a sacar algo medianamente bueno, lo fuimos vendiendo a algunos vecinos de Brandsen, llevando los pedidos a sus casas. A lo largo de los dos años siguientes, fuimos creciendo y ganando un espacio en el mercado local, algo impensado hace algunos años atrás. En ese período, también se incorporaron mis hermanas Lucía y Josefina. Y en ese momento, por iniciativa de Josefina, decidimos pasar de nuestro modelo de producción convencional a un sistema de producción orgánico, más alineado con nuestros valores, donde nos preocupamos por la conservación del paisaje, la identidad rural, la biodiversidad, el bienestar animal y los ciclos de la naturaleza. Una de las mejores decisiones que tomamos hasta ahora».