(Los editores de Tuco) – Ale, otra vez vas a escribir sobre comidas en una serie?
(Yo) – No tengo más remedio. En los últimos libros que he leído no aparecen menciones gastronómicas!!(Los editores de Tuco) – Y nuevamente elegiste una serie japonesa?
(Yo ) – Me pareció oportuno: no se olviden que en Febrero vuelve el Festival Bon Odori a La Plata!
(Los editores de Tuco) – No se hable más. Tenés razón. Venga esa columna, y ponele lindas fotos por favor..
El diálogo de arriba nunca ocurrió, pero bien podría haber acontecido. Es así: en las últimas lecturas del año pasado no encontré material para esta columna, pero una serie que acaba de subir Netflix a su plataforma, aportará el material. Se llama Makanai: La Cocinera de las Maiko, y debo confesarles que me resultó bastante soporífera. Pero el amor por la cocina, los planos sobre los alimentos, la búsqueda de nuevas recetas, y el goce con que comen sus protagonistas, les juro, no me dejó más opción que contárselos.
La trama es muy sencilla. Dos jovencitas de 16 años, Sumire y Kiyo, abandonan su ciudad para irse a vivir a Kioto y enrolarse en una casa donde se preparan a las futuras Maikos (conocidas popularmente como Geishas). Pronto advertimos que una de ellas no parece tener condiciones para aprobar las exigencias, pero descubre que su amor por la cocina la puede mantener en el lugar y se convierte en la Makanai (la que prepara las comidas que alimentarán al resto de las chicas).
De ahí en más, y a lo largo de 9 capítulos, descubriremos un mundo de sabores que te lleva casi inevitablemente a buscar en Internet si tales combinaciones son reales, si llevan esos nombres, si alguna vez comimos algo similar.
La apertura de cada capítulo muestra unas manos dándole forma a bolas de arroz, perfectamente simétricas. Enseguida vemos brócoli hirviendo, de un verde pictórico.Y pescado a la plancha, por supuesto. Y cierra con una olla que se destapa, y que deja ver una preparación en un caldo que hierve y que despide un vapor que se nos hace delicioso.
En el capítulo 2 vemos a las protagonistas comiendo galletas Senju, y Omurice (una especie de tortilla hecha con arroz frito y pollo salteado). En ambos casos no nos cuentan los ingredientes ni los secretos, pero viendo el Omurice no pude menos que pensar en los Omelettes que comemos en casa. Un rato después, la protagonista cocina Oyakadon (la bola de arroz que les conté amasaba en la apertura) y vemos las ollas donde se van cociendo muy despacio el pollo, los huevos y los ingredientes que se irán sumando. Una vez que comen y felicitan a Kiyo por lo sabroso que le salió, esta les confiesa que no tenía perejil pero pudo suplantarlo por germinado de soya.
Ya en el tercer capítulo vemos como en la terraza, junto a las cuerdas donde se seca la ropa de las jovencitas, hay un artefacto donde ciruelas encurtidas al sol esperan su momento de maduración. Es algo casero, y su cuidado es un acto de amor. Es ahí cuando la cámara se desplaza, y vemos a Kiyo en el Mercado. Lo recorre, toma en sus manos los productos frescos, habla con los vendedores. Primeros planos a los calamares, menciones al Tofu sedoso, plano a un vegetal similar al Puerro al que se aseguran tiene hojas que también se comen. Y finalmente, todas reunidas en la cocina para comer Takoyaki dulce (caliente), esa exquisitez de la comida japonesa que tiene pulpo entre sus principales ingredientes.
Seguramente querrán saber si aparece el Sushi, tal vez el plato oriental que más ha prendido entre nuestras costumbres. Pues bien: las dos amigas lo mencionan en una secuencia, y manifiestan su deseo de comerlo. Pero se resignan a que tendrán que ahorrar mucho, con lo cual deducimos que en Kioto (al menos) no es una comida al alcance de todos.
Les hablé anteriormente de la forma en que las cámaras registran todo en la serie. Bien, en el cuarto capítulo las berenjenas son la figura central. Primerísimo plano a cuatro de ellas; la cocinera comienza a cortarlas en finas láminas, o eso nos parece. Pues no: las marca casi hasta el final, las lleva a una sartén donde algo hierve (posiblemente aceite con algún condimento) y las sirve en cuencos donde todas las comen (palitos mediante) como si fuera una entrada. Hermoso momento audiovisual que te abre el apetito. Pero la escena tiene un significado especial: La Dama responsable del lugar prueba esas berenjenas, y asegura que le activó los recuerdos; que a trasladó a su infancia. E inmediatamente vemos a un hombre, en compañía de una Maiko (o Geisha) que tras probar apenas una porción rompe en llanto. Otros recuerdos se han activado, tal vez no tan felices, y la Berenjena ha sido la causante.
En el capítulo 5 hay una secuencia dedicada a la Tempura, la fritura de mariscos y verduras. Los bocados, en este caso, tienen una forma muy curiosa, caprichosa diría. Hay acá una búsqueda que no alcanzo a comprender, pero les aseguro que a la vista es un espectáculo hermoso. Y nos hablan de la Raíz de Loto, y del Udon ( fideos gruesos hechos con harina de trigo) y preparan croquetas, y mencionan al cerdo asado y sus formas de prepararlo, y le piden a Kiyo que les prepare mini sanguchitos de huevo o papas, o de jamón con pepinos…
Y así podría estar hasta el capítulo final, pero temo aburrirlos. De hecho, ya dije anteriormente que la serie me resultó soporífera, extenuante por momentos..Pero les aseguro que los momentos culinarios son bellísimos. Y quiero cerrar con una secuencia que mucho me llamó la atención, y que no está referida a la comida. La escena trascurre en la calle: dos Maikos ( o Geishas, insisto) perfectas en su andar, maquilladas con delicadeza, con esos peinados simétricos obsesivos y ataviadas con impecables vestidos son abordadas por cuatros jóvenes estudiantes que les piden amablemente…sacarse una foto con ellas. Ellas acceden asintiendo levemente con la cabeza, los jovencitos posan junto a las Maikos que no sonríen ni hacen la más mínima expresión, ponen los dedos en V, les agradecen y todxs siguen su camino.
Hasta la próxima!