Lo de Tita

La formalidad dice almacén «El Pato». Bah, no lo dice: no hay “carteles”, no hay indicadores. Lo saben todos los que van desde siempre, lo sabemos los que lo fuimos descubriendo cuando se nos ocurrió entrar camino a Brandsen

Para todos es Lo de Tita. Un antiguo ramos generales de Gómez (paraje parada del ex FFCC Provincial) que luce su irregular fachada de colores y humedad frente a la entrada más occidental de los terrenos del complejo El Rodeo, sobre la ruta 215. Lo dice el pequeño cartel de chapa enlosada clavado a la izquierda de la puerta: “Lugar Histórico: 1900”.

El almacén es una reliquia de la zona. Ni la construcción de la autopista, que en la mano que va de La Plata a Brandsen desemboca imaginariamente dentro del negocio, pudo con él. No es casual, en efecto, que el pequeño indicador siga en pie debajo del letrero lumínico de los cigarrillos Jockey Club.


El secacopas circular de rejillas de plástico, erguido sobre la derecha coronando el mostrador, invita enseguida a sumarse a cualquiera de las charlas que pueda haber en la barra o en las mesas. Lo mismo que uno siente al llamado curioso de la oscuridad proyectada hacia el enigmático interior de este tipo de negocios.


“Acá siempre hay un amigo”, me dice uno que se sienta mirando hacia el mostrador, con la espalda apoyada sobre el lado que da, a escasos metros ahora, a la ampliada 215. Es de Olmos y es invierno. Por eso ese refugio, que goza del abrazo de la petisa estufa que funciona a garrafa. «Vengo siempre aunque me quede un poco lejos”, me agrega. “Fijate que el que no saluda acá no mama; vengas en moto, como vos, o a caballo, como hacen varios parroquianos por costumbre y para no gastar nafta”.

De las visitas esporádicas de transeúntes y lugareños “vive” principalmente Lo de Tita. Un almacén con lo justo y necesario para sobrevivir en las afueras de Gómez (sus clientes son gente de campo, otros originarios de la zona y platenses que buscan allí un remanso) sin tener que sumar kilómetros hasta Etcheverry o Brandsen: fideos, galletitas, harinas, fiambres, alguna que otra verdura y mucho alcohol. Mucho: vinos, cervezas, grapas o algunas de las tantas bebidas que acarician el bolsillo y son la excusa de la ronda de todos los días.


Como todos estos tugurios, esa oscuridad palpable desde afuera es una invitación a un túnel del tiempo. El cartel de puchos clavado bien alto, transversal a la ruta, es lo de menos. Hay otra calcomanía idéntica de Jockey pegada hace décadas en los vidrios de algo que se asemeja a una vieja boletería de trenes, que acá se usa para pagar cada trago; un infaltable San Cayetano con las ramitas del caso, encajado entre dos grandes tarros de pickles que sugieren el pruebe ligero; y una referencia ineludible al territorio bonaerense: un cuadro de Mouras, el del TC de Carlos Casares, cuando era el indiscutido “1” de la categoría.

“Servite, nene”, me sugiere, casi como orden y con condescendencia al paso de los años, el tipo alto, de botas y chaleco, que compartía la mesa a la que me había sumado casi al entrar.

Tita corta el fiambre en una máquina de mano, lo pesa en una “Libra” de esas pre-digitales y lo acompaña con pan casero. La tabla con embutidos se absorbe en minutos y trae otra ronda, para seguir comiendo, de moscatos, tintos con soda y Cinzanos con Branca.

“La última”, gritan a coro.

Se ríe, Tita. No les cree. Mañana actuará en la misma escena, todos los días, a toda hora, como salida de una París-Texas nativa pero acá nomás de La Plata.

* Lo de Tita: ruta provincial 215 y calle 312, Paraje El Rodeo, entrada a Estación Gómez, Brandsen.

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