Se trata de uno de los dulces más codiciados de la gastronomía europea. El proyecto surgió en el verano, los pedidos se realizan por Instagram y las entregas a domicilio son los sábados. La presentación: vienen en cajas, con 12 unidades.
Adriana es muy reservada. Esa timidez le otorga un valor agregado de misterio a una de las joyas de la cocina de Portugal, que desde hace meses -gracias a sus manos e inspiración- se pueden conseguir en la ciudad y la región. «Soy hija de un portugués que me transmitió su amor por la tierra natal. Hace unos tuve la dicha de conocer su pueblo en la zona del Algarve y me enamoré de todo: paisajes, la gente y por supuesto de la gastronomía», detalló.
Los pastéis de Bélem -también conocidos como pasteles de nata- tienen unos 8 centímetros de diámetro, una base de masa de hojaldre y están rellenos de una crema untuosa, de singular sabor, que remite a la pastelera: huevos, harina, manteca, leche, azúcar, limón y canela. Pueden comerse solos o acompañados con helado y/o espolvoreados con azúcar impalpable y canela, fríos o calentados unos minutos a horno; el resultado es asombrosamente distinto.
«A principios de este año se vislumbraban nuevas restricciones así que decidí llevar adelante este proyecto uniendo la historia familiar, mi amor por la gastronomía y los recuerdos del viaje a Portugal. Además no suelen conseguirse fuera de la colectividad, por lo que se trata de algo original. Comencé ofreciéndolo allí, sobre todo en Villa Elisa, Los Porteños y City Bell (NdR: zona donde se afincan gran parte de los descendientes de portugueses) por Instagram y por suerte poco a poco se fue extendiendo», relató su creadora.
Un poco de historia
La leyenda reza que fueron creador en 1837 por clérigos del monasterio «Los Jerónimos», situado en Belem -a unos 10 kilómetros el centro de Lisboa-, como forma de subsistencia en tiempos de la Revolución Liberal que implicó, entre otras cosas, el cierre de templos religiosos.
La receta original fue transmitida generación tras generación por los monjes hasta los pasteleros del negocio situado a pasos del monasterio, bajo un manto de estricta y férrea confidencialidad. El nombre del taller de producción (donde se confeccionan unas 20.000 unidades diarias) lo dice todo: Oficina do Segredo (Oficina del Secreto). Es el dulce por excelencia y una de las siete maravillas gastronómicas de la nación ibérica.