Hacer los mandados

Les parece dejar por un instante la literatura y las comidas, como eje de esta columna? Si aceptan la licencia, déjenme contarles que hace unos días quedé fascinado con un reality show de la televisión japonesa llamado Mi Primer Mandado. El nombre  en su país de origen es Hajimete No Otsukai, pero para la traducción al inglés fue convertido en Old Enough (algo así como Lo Suficientemente Viejo). Pero la plataforma de contenidos Netflix decidió llamarlo Mi Primer Mandado, y creo que acertó.

Rápidamente uno sabe, si nació en esta parte del mundo, que un mandado es un recado que te encarga alguien porque está imposibilitado de hacerlo por sí mismo. Pero llevado a la infancia, es ese momento en el cual mamá o papá nos piden que vayamos a comprar algo de último momento a una tienda o almacén de proximidad. Claro que, a sabiendas de que la empresa no conlleva mayores riesgos.

Pues bien, el caso es que en este reality show japonés, que ya tiene varios años, las cosas son un poco más complicadas. Para su cometido se utiizan niños y niñas de entre 2 y cuatro años de edad (sí, leyeron bien) a los que sus progenitores les encargan la misión de recorrer hasta 2 kilómetros por calles contiguas a autopistas, campos, zonas portuarias, etc, con el objetivo de traer artículos, insumos, comidas etc que necesitan.

Claro está que no van “absolutamente solos”, sino que un grupo de técnicos con cámaras de mano y sonidistas (en algún caso les ponen micrófonos ocultos) van registrando todo. Pero no deja de ser perturbador ver a un nenito cruzar una autopista con una bolsita para traer los pedidos y ayudado por una bandera de Stop que le proveen para que los automovilistas se detengan a su paso.

Todo está dividido en capítulos que no superan los 10 minutos (leí por ahí que en Japón, cada tanto, hacen un especial de una hora) y está narrado por una voz en off a la que le agregan las risas de una claque en los momentos divertidos ( que por suerte son muchos). Niños preparándose para la vida adulta, podría ser una manera elegante de resumirlo. Y si bien todos los adultos que participan del experimento están al tanto de lo que está pasando (incluidos los vecinos, los circunstanciales automovilistas que aparecen, los empleados de tiendas y supermercados, etc) la cámara juega con los planos de los ojos y las expresiones de los niños y uno no puede menos que rezar para que ningún peligro aparezca.

Y los peligros no aparecen, claro. Pero sí los imprevistos. Por ejemplo, que un niño no acierte si debe llevar curry dulce o común, y que deba ser asistido por una empleada del supermercado al que fue a cumplir su misión. O que las flores que compra para llevar a la tumba de su abuela tengan la misma altura que la suya, y deba arrastrarlas por la calle en el camino de regreso.

Pero aún hay una razón más para sentarse a ver esta propuesta, y es la que enlaza con esta columna (sí, no me olvido que estamos en Tuco Web, el mejor portal gastronómico de la región). Y tiene que ver con las ciudades, las ferias de comidas, las regiones y todo lo que constituye el marco en donde transcurre el reality. Repasemos…

Uno de los capítulos sucede en la zona portuaria de Wakame. Al niño le encomiendan recoger coles y cebollas de un huerto distante a un par de kilómetros. En su derrotero atraviesa un camino con cañas de bambú a ambos lados, una plantación de fresas, un campo de arroz Koshinikami. Y al llegar se sorprende ante la aparición de cebollas gigantes, y coles picadas por los bichos , de entre las cuales debe elegir una, cortarla por la raíz, cargarla,  y llevarla hasta su casa.

En otro, el escenario es el puerto pesquero de Akashi. Ahí acontece una subasta de pescado, fundamentalmente de besugo de mar ( es en otoño, nos dice el narrador, cuando están mas gordos). El niño protagonista camina entre Mariscos, bolas de pulpo, y anguilas prestas a ser asadas. También nos hablan de Tempura (el famoso estofado de carne japonés), Tofu de camarones, batatas, fideos Udon y Camarones de Kawatsu. En el siguiente, la acción se traslada a Matsushima, donde el propietario de una tienda de dulces se ha quedado sin salsa de soja y envía a su hijita de 3 años y dos meses a por ella. Mientras tanto, vemos cómo cocina Dumplings y finge estar nervioso ante el Primer Mandado de la pequeña.

Y por supuesto, si hablamos del país Oriental, no puede faltar el sushi. El capítulo en cuestión presenta a un chef de tal especialidad, al que se le mancha su ropa blanca de cocinar con salsa de soja. Jeje ( a risa es socarrona, y es mía). Es por ello que envía a su primogénito a una tintorería (que obviamente queda a varias cuadras) a que la lleve a lavar. Al regreso, y con la misión cumplida, todo se celebra entre sartenes y cocinas y ollas. Como debe ser, claro.

Y así podría contarles detalles de cada uno de los 20 capítulos que han subido a la Plataforma de la N. Pero sería largo e innecesario. Sólo voy a agregar que gracias a este reality falopa (la definición corre por cuenta de una chica tuitera que fue la que me hizo ir a verlo) pude descubrir una bellísima ciudad japonesa llamada Mameda (a la que llaman la Pequeña Kyoto) y que forma parte de lo que se conoce como el Japón Antiguo. En la misma, existe un restaurante de Fideos Soba que es encantador y que merece ser la locación de alguna película romántica. Y también un sitio llamado Hakodate, donde pescan una variedad llamada Pez de Roca que tiene unos ojos y una boca intimidantes. Y donde se cocina un Sashimi exquisito, que es el sello distintivo del lugar.

He dejado para el final una pequeña cita autorreferencial, y es el recuerdo de unos mandados que hacía todos los días en mi infancia pueblerina: ir a comprar el pan a La Espiga de Oro de Cipriano del Río y su esposa Pelusa . La orden era traer un cuartito de mignones, y no más. Pero las monedas del vuelto terminaban siempre en un vigilante con dulce de leche o una tortita negra. Ventajas de ser el recadero…

Hora de ir cerrando esta columna. Si tienen un fin de semana libre, en un  par de horas la maratonean. Sillón favorito, luz baja, 30 piezas de buen sushi y la mejor compañía que puedan procurarse. Hasta la próxima .

Alejandro Bidart

Periodista y citybellense por adopción.

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