por Hace unos días, en un suplemento gourmet de reciente aparición, leía acerca de las bondades de una sopa de zanahorias orgánicas y queso de curry que prepara un chef platense. Mi relación con la sopa siempre fue más bien básica, apenas alterada por una que hacía mi abuela Vicenta con arroz (posiblemente originaria de su infancia italiana) y más acá en el tiempo la de verduras que preparamos en casa tras el puchero y sus exquisitos componentes sobrantes.
Pero la nota a la que aludo disparó los sentidos, y he aquí que me dispongo a evocar una sopa que aparece sin mayores consecuencias en uno de los cuentos tal vez más extraordinarios de la historia de la Literatura: Emma Zunz, de Jorge Luis Borges.
Originalmente publicado en la Revista Sur en el año 1922, y posteriormente incluido en el libro de relatos El Aleph que apareciera un año más tarde, tengo para mí la muy simple idea de que es el cuento más accesible de la obra de Borges para un lector iniciado, pero que a la vez reviste una complejidad y múltiples lecturas que aún hoy siguen maravillando a sus más entusiastas y especialistas admiradores.
Simplificando, y para no adelantarles mucho a quienes no lo leyeron, es un relato de venganza. Una jovencita apenas salida de la adolescencia arma un plan para que las pague el que cree es el responsable del suicidio de su padre. El mecanismo ideado supone un costo muy alto para Emma, y a medida que se va desarrollando irrumpe el pasado con toda su fuerza y la maravillosa inventiva de Borges nos va abriendo nuevas puertas mientras los sucesos se precipitan.
Y en el medio de todo, un acto tan simple y tan identitario de clase como…una sopa de tapioca y un plato de legumbres. Emma Zunz regresa a su hogar tras resolver una parte de su plan, y eso es lo que prepara antes de acostarse y obligarse a dormir.
Borges elige el término tapioca en vez del más reconocible y aceptado Mandioca, pero en definitiva de lo que se habla es de la fécula granulada que se extrae de la raíz de la mencionada Mandioca y que sirve para hacer pastas y, claro, sopas.
Haciendo uso de las bondades que nos ofrece la Internet, vemos un amplia variedad de combinaciones entre las que se encuentran con calabazas, con pollo, con puerros, con zanahorias, huevo picado, perejil, etc. Pero incluso aparece una cualidad medicinal: si se le ponen muchos ajos, sirve para contrarrestar la gripe. E incluso leí por ahí que combinada con otros elementos funciona como suplemento dietario.
¿Hay alguna razón por la que la protagonista elija este plato? Sólo Borges podría responderlo (desconozco si alguna vez lo hizo), pero no sería improbable que la cosa venga por el lado de los ancestros criollos del escritor, descartando de plano a los ingleses.
Y si se me permite una teoría final, me gustaría creer que la sopa de tapioca llega a la inventiva Borgeana de la mano de Epifanía Uveda de Robledo, más conocida como Fanny, la eterna empleada doméstica de Borges que trabajó en su casa por más de cuatro décadas, nacida en Colonia Romero (Corrientes) y cuyo uso del lenguaje guaraní fue tan importante para muchos fragmentos de los cuentos de nuestro ilustre escritor.
La teoría sería muy probable y cercana a la verdad, si no fuera por un pequeño detalle: Fanny nació en el año 1922…el año en que Borges escribió y publicó Emma Zunz.
PD (y pequeño agregado a esta columna). Al principio de la misma cité al exquisito plato criollo llamado Puchero. Mientras escribía estas líneas, me llega un mensaje de mi hijo mayor que se encuentra viajando por Europa, y que cito textual: “En Milán, cuando pedís Ossobuco, te ponen tenedor, cuchillo…y un tercer cubierto para el tuétano” Me pareció oportuno agregarlo, y me permito creer que es un detalle que Borges seguramente conocía.
Ahora sí, hasta la próxima.
