Entre Tapas, las empanadas que revolucionan la ciudad

 

La premisa de Entre Tapas con sus empanadas listas para cocinar o freezar, desde su creación, ha sido simple: solucionarles las comidas a las personas y comercios de manera rápida y fácil con un producto centrado en una calidad que no se negocia bajo ningún concepto. Ni más ni menos.

En la actualidad, este proyecto familiar doméstico y casi barrial en su génesis, dice «presente» en cartas de bares y restaurantes, en menús de hoteles y en heladeras y freezers de dietéticas y tiendas de alimentos varios que ofician de revendedores,  en base al esfuerzo, la creatividad y un claro norte sobre el respeto que merece la empanada, en tanto estandarte de la cocina criolla.

«Muchas veces cuando comés una empanada es mitad aire y mitad de no-sabés-qué, está repleto de productos mal hechos. Nosotros queremos que la gente flashee. Decimos que tiene espinaca y queso y lleva eso, nada de cosas en lata, ni acelga, ni ricota. No. Lo que está en la descripción es lo que comés. Es ser fiel con nosotros mismos y el cliente», comenta Sofía Saleme. O simplemente la Tucu, por su lugar de origen.

Entre Tapas ofrece 8 tipos de rellenos realizados artesanalmente. Dos de ellos son de inspiración norteña como las tucumanas (matambre cortado a cuchillo) y la humita con el choclo rallado a mano; también cuentan con las variedades de pollo, espinaca y queso, jamón y queso, portobello, la versión veggie de la humita (sin queso), carne cortada a cuchillo y su opción suave (sin picante).

«La de humita es una de las más vendidas. Y la de carne también, aunque la de espinacas sale un montón. Pero la humita es una locura porque la gente no está tan acostumrbada a comerla, a menos que hayan ido al Norte o que conozcan su gastronomía. Muchos piensan que es salsa blanca, choclo en lata y chau. Nada que ver. Mi vieja, que es tucumana, hacía con su abuela la humita con un molinillo, por ejemplo. Es muy artesanal el proceso en serio», asegura.

El camino

La Tucu y Fermín Vizcaíno, su pareja, trabajaban en gastronomía pero anhelaban dar un golpe de timón e independizarse, aunque sin tener demasiado en claro cómo y cuándo. Recurrió a su madre, Paola, que vendía empanadas por barrios de la zona norte, en busca de un consejo. «Empanadas» fue la respuesta.

«No quería robarle clientes, pero me dijo que nos dividiéramos por zona. Nos pasó la receta, empezamos a probarlas con Fer, a cocinar y a probar si salían o no», recuerda. «Las primeras docenas las compraban nuestros familiares, mi vieja, la de Fermín, un amigo, otro. Se empezó a correr la bola, a gustar. Y tuvimos mucha ayuda de grandes amigos».

En el camino de lo que sería Entre Tapas irrumpieron Fernando Mirco y Claudio Garbarino de Chaucha y Palito, que resultaron ser un apoyo vital. «Nos dieron su cocina todos los martes a la tarde para que nosotros podamos cocinar, nos prestaron tuppers, cucharas, mil cosas; han sido muy importantes en nuestro proceso», enumera. «Cuando superamos las cinco docenas y vimos que funcionaba, le metimos para adelante. Después eran 10, luego ya eran 15, 20. Che, ¿qué onda?».

La Tucu y Vizcaíno continuaban en paralelo con sus trabajos en gastronomía. Las horas eran intensas, el cansancio una carga, pero el objetivo de instalar Entre Tapas los empujaba a redoblar el lomo incluso en los momentos turbulentos. La asistencia de Paola pasó a ser más recurrente cuando de buenas a primeras el proyecto alcanzó su primera explosión porque había muchos frentes por abarcar: infraestructura, logística de producción, entregas y un largo etcétera.

«Cuando se sumó mi vieja empezaron las cosas lindas, los nuevos rellenos, nuevas ideas. Ella y Fer edificaron la dupla perfecta que necesitaba Entre Tapas. En el medio nos pasó de todo, tuvimos miles de errores, no nos alcanzaba el relleno, pedíamos disculpas. Hoy les agradecemos de corazón, nos parece súper gratificante y nos enorgullece mucho que esos clientes sigan al lado nuestro. Después se sumó Ale (Maíz), que es uno de los pilares de Entre Tapas, al igual que fue Maxi Coronel en su momento, que ya no trabaja  con nosotros», cuenta Saleme.

Crecer

Con los motores a pleno funcionamiento, el equipo tenía la idea de avanzar sobre la línea de congelados, con un packaging adecuado donde puedan abarcar todos los comercios posibles. Uno de los desafíos era introducirse en el circuito de tiendas veganas a través de las variedades de humita norteña y portobello. «Les decíamos que teníamos una banda de cosas ricas para probar, originales, y por suerte funcionó un montón; la línea de congelados empezó por las dietéticas más reconocidas de distintas zonas de La Plata, somos muy compañeros de sus dueños, estamos muy pendientes», completa.

En Entre Tapas no se trazan metas. Disfrutan mientras dejan todo en la cancha. Se desviven por ofrecer el mejor producto posible. «No me canso de decirlo, queremos solucionarle la comida a las personas en menos de 15 minutos. A vos te llegan unas empanadas que se hicieron en el día, las ponés en el horno y en menos de 15 minutos estás comiendo algo de la puta madre. Por eso somos un planazo, ja». Bastante claro, ¿no?

 

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