por Cecilia Chen, fundadora de Green Rabbit, tuvo desde el principio la misma premisa: acercar a sus comensales a la cultura asiática a través de la comida. Es dueña y encargada del local, por lo que está siempre presente en mantener la calidad del producto. En la carta podemos encontrar comida china, japonesa y tailandesa, además de tragos de autor inspirados en la coctelería asiática.
Green Rabbit se diferencia de otros locales del mismo estilo, por ser más cuidadoso en los detalles decorativos y gastronómicos. Al entrar al local, que es muy pequeño y acogedor, es como pasar a otro mundo. La ambientación es espectacular, desde el techo hasta el suelo lleno de referencias culturales para que los clientes se sientan inmersos en un espacio distinto.
Podemos sentarnos en una mesa o en la barra, que nos deja al lado de la cocina, con el estilo de un sushi bar. Esto permite tener breves conversaciones con los cocineros, además de ver cómo preparan los platos y tragos.
El local por fuera parece una pecera, silenciosa y llena de colores, pero adentro es distinto. Podemos escuchar música en otros idiomas, además de las conversaciones de los comensales y el ruido de la cocina. Nada de esto es molesto, más bien, invita a la privacidad de cada conversación, mientras otras coexisten con nosotros. Tanto la iluminación como la atención son cálidas, además de proponerse incluir a quien está probando esta comida por primera vez.
Los platos son abundantes, variados y coloridos. Los tragos también, como es el caso de este Purple Rain. Hay algunos que son más similares a la gastronomía local, y otros no tanto. También ofrecen postres.
Tienen opciones aptas para celíacos y para veganos, y operan durante el mediodía y la noche, por lo que podemos almorzar, merendar o cenar si así deseamos.
Green Rabbit obtiene su nombre de una fábula china que Cecilia escuchó durante su infancia. Esta historia plantea al conejo como un símbolo de entrega y compromiso con el trabajo, filosofía que decidió imprimir en su proyecto.
