por Vamos que se viene el frío y cualquier excusa es valida para acompañar al vino con buenas pastas. Esta vez, tres opciones para todos los gustos si preferís buscar el vino en las góndolas de los supermercados o si, como me pasa a mí, no podés estar cinco días sin visitar una vinoteca.
Cuando hablamos de pastas rellenas está bueno que, además de que la salsa sea suave, el vino no tenga demasiada intensidad y así evitar la disputa de sabores en la boca. Aunque sea la cepa que prefiero, por este corto lapso vamos a dejar de lado al Cabernet Sauvignon.
Uno que nunca falla es el Pinot Noir; y si hablamos de Pinot el recomendado es el de Alfredo Roca. Tiene muy buena relación precio calidad, predominan los sabores frutales por lo que no invade en demasía la boca y da la sensación de ser suave. A la vez el paso por barricas hace que mantenga una buena cuota de sabor en la boca y no desaparezca en un trago. Es equilibrado, invita a tomar y deja el rastro de los frutos rojos en el paladar. Con ñoquis rellenos, es una belleza.
Una buena opción si todavía no tenés una vinoteca amiga o el aislamiento te agarro sin llamar al delivery, es el Merlot de Trumpeter (Rutini) que lo encontrás en cualquier supermercado. De lo que hay en góndola, es una opción muy buena a un precio bastante interesante. Además permite experimentar, ¿por qué? el Merlot no es la mejor opción para pastas, pero si te jugas con una salsa con mucho carácter, como unos mostacholes con crema de queso azul y nueces, va muy bien.
El que no puede faltar en una selección es el Malbec, premio histórico al mejor compañero. El Primer Siglo Ambicioso puede ser una muy buena sorpresa si no lo conocés. De nuevo, acompaña muy bien unas pastas rellenas como sorrentinos caseros de espinaca y ricota. Es un vino con buena acidez y que predominan los sabores dulces, mucha presencia de vainilla, manteniendo una sensación sedosa en la boca.
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